mi primer bonsai

Me han regalado un bonsai.

Las fechas navideñas son un motivo recurrente para regalar un bonsai a las personas queridas.

Regalar un ser vivo, un árbol en este caso es un gesto de respeto, pues el que regala pone en manos de su ser querido una responsabilidad. La de dar los cuidados necesarios al bonsai para que viva en plenitud.

Si te han regalado un bonsai esta navidad y no tienes conocimientos previos sobre su cultivo y cuidados, vamos a ver en este post de forma sencilla y con pequeñas cuidados como mantenerlo sano y bonito.

Habitualmente ese primer bonsái que todos hemos tenido, y que desgraciadamente acaba muriéndose en la mayoría de casos, acostumbra a ser un regalo, por lo que el arbolito es el que es y poco puede hacerse al respecto. Pero también puede darse la situación de que sea uno mismo quién se lo compre y en ese caso, dado lo poco que se suele saber al respecto en ese momento, es de agradecer que alguien nos dé unas mínimas indicaciones. O por lo menos en mi caso lo hubiera agradecido.

De poco servirán dichas indicaciones, la verdad sea dicha, a aquella persona que lo ha adquirido fruto de un impulso mientras recorría con el carrito los pasillos de cualquier centro comercial; el árbol elegido será el que resulte más atractivo con un precio asequible. Qué a fin de cuentas, y para ser sincero, tampoco es tan mal criterio.
De cualquier forma, si uno ya venía dándole vueltas a la idea de hacerse con un bonsái, e incluso había llegado a informarse mínimamente, la situación más habitual es encontrarse frente a un gran estante repleto de pequeños arbolitos sin la más remota idea de cómo elegir el más adecuado.

Me gusta ese arbolillo….

Encontramos un arbolito que nos cae en gracia.

El primer bons_i raramente ser_adquirido en un centro o escuela especializado en su cultivo, y también resulta raro que sea material pre-bons_i que requiera posteriores trabajos. _Por qué? Pues porque en ese momento el futuro aficionado todav_a es eso, futuro. La afici_n suele llegar tras el primer _rbol y muy ocasionalmente al revés.

Lo m_s usual es seleccionar un arbolito de entre los que se apilan en la secci_n de jardiner_a de alg_n centro comercial o florister_a convencional. Éstos suelen ser _rboles destinados al gran consumo; producidos en masa y con poca gracia, todos tremendamente parecidos y plantados en macetas pr_cticamente iguales, acaso diferenci_ndose en el color del esmalte. Se suelen ordenar por especies, y en cada grupo uno puede contemplar verdaderas hordas de peque_os arbolitos casi completamente iguales todos con su etiqueta indicando especie, edad y precio: todas las virtudes de la fabricaci_n en masa llevadas al mundo del bons_i. Todas, incluido el precio, pues estos ejemplares aunque mediocres art_sticamente, son much_simo m_s asequibles que un bons_i cultivado como es debido. Algo a tener muy en cuenta si pensamos que se est_adquiriendo el _rbol de _pr_cticas_. Adem_s no es menos cierto que en ocasiones uno puede llevarse una sorpresa y, entre todos esos arbolitos, encontrar uno que ofrezca verdaderas posibilidades de cara al futuro.

Volviendo a ese aficionado que hab_amos dejado indeciso frente al estante de bons_is, _qué caracter_sticas debe tener en cuenta al elegir su ejemplar? B_sicamente se pueden agrupar en dos categor_as: estado de salud y aspectos estéticos.

Partiendo de la base de que en ese momento el futuro aficionado no tiene demasiada idea de lo que es un bons_i, resulta un tanto absurdo pararse a considerar estilos, calidad técnica, concordancia entre la maceta y el ábol, etc. Hay que centrarse exclusivamente en los aspectos mïás b_sicos; con el tiempo el aficionado ya empezar_a preguntarse por lo dem_s.

En primer lugar se debería tener en cuenta dónde y cómo va a vivir la planta: cuanto sol va a recibir, cómo es el clima de la zona y qué disponibilidad de riego existe. En el momento de elegir la especie conviene usar el sentido común y plantearse qué especies se adaptan mejor al clima del lugar, porque, por poner un ejemplo, empeñarse en cultivar bonsáis tropicales en una zona de alta montaña sin invernadero puede llegar a ser un deporte tremendamente frustrante.

Casi resulta obvio decirlo pero no está de más insistir: se debería escoger la planta que tuviera un aspecto lo más saludable posible, incluso si es algo menos agraciada que la de al lado. Seguramente el aficionado todavía no dispondrá de los conocimientos ni la experiencia adecuados para el correcto cultivo de su nueva adquisición, así que cuanto más sana se encuentre ésta, mejor soportará los inevitables errores iniciales.

Algunos síntomas que conviene evitar son, por ejemplo: gran número de hojas amarilleando, zonas del árbol completamente peladas, presencia de insectos, telas de araña y demás rastros de fauna no deseada, tierras con aspecto excesivamente fangoso y maloliente, plantas con gran cantidad de manchas en las hojas, hojas de color excesivamente pálido, etc.

Todos estos son síntomas de diferentes problemas que unidos a la inexperiencia del propietario en nada facilitarán la vida a la planta.

Mención especial merece la tierra en que viene el bonsái. Generalmente, y con honrosas excepciones, la tierra en que se han plantado estos bonsáis industriales suele ser deplorable. Por ejemplo, una tierra que presente un aspecto de pasta negruzca y fangosa puede que en esos momentos sustente una planta sana, pero casi con total seguridad es garantía de problemas con las raíces a medio plazo. Hay que tener en mente el transplante para un futuro no demasiado lejano.

Aspectos estéticos

El aspecto de nuestro primer arbolito

Como bien se dice, sobre gustos no hay nada escrito, pero aun si dejamos a un lado las normas y estilos clásicos, existen toda una serie de detalles que quizá el comprador inexperto pueda pasar por alto y que más adelante podrán constituir un obstáculo insalvable que acabe por desanimar al aficionado, induciéndolo a abandonar por imposible aquella primera planta adquirida de forma apresurada.

La lista puede ser bastante larga, pero alguno de los puntos más importantes son:

-Marcas de alambre: El alambre es utilizado para dar forma al bonsái, mas cuando uno es descuidado, y en el caso de la producción en masa inevitablemente siempre lo son, resulta muy fácil que el alambre se clave en la corteza conforme la planta va engordando. Dependiendo de la severidad de las marcas y de la especie del árbol, el problema puede no tener solución. Por ejemplo en un haya las marcas de alambre posiblemente no desaparecerán jamás, mientras que en una conífera la rugosidad de la corteza las acabará disimulando. Con el tiempo, con mucho tiempo. Cuanto más profunda se vea la marca del alambre, más difícil será que ésta desaparezca, hasta el extremo de que si en algún punto vemos que parte del alambre ha sido engullido completamente, los feos abultamientos permanecerán allí para siempre.

Igualmente conviene evitar en lo posible árboles con alambres de aspecto oxidado cuya herrumbre ha manchado la corteza. El óxido puede resultar notablemente tóxico para algunas variedades. Para estar seguros, mejor evitar cualquier planta con marcas de alambre.

-Curvas exageradas: Con el paso del tiempo la planta va engordando y las curvas de tronco y ramas van suavizándose pero todo tiene un límite. Unas curvas grotescas en el tronco permanecerán en él para siempre, y si bien hay especies que ya tienen una tendencia natural a producirlas, en muchas otras resultan artificiosas. En este primer bonsái convendría ser lo más convencional posible, pues se facilitarán sus cuidados posteriores. Con más experiencia el aficionado ya podrá decidir que formas se adaptan mejor a cada una de las variedades para no obtener un resultado de aspecto artificial.

-Piedras y rocas decorativas: Muchos arboles comerciales,  se venden con una pequeña piedra como elemento decorativo, en ocasiones, junto al tronco. No es dificil tampoco encontrar  incluso figurillas de barro, una pequeña pagoda o un pescador.  sobre ella.  Pueden resultar “simpaticas”, llaman nuestra atención, pero conviene desconfiar de estas rocas de adorno. Normalmente se colocan allí para ayudar a disimular algún defecto en la base del tronco del bonsai: falta de raíces a un lado, heridas o cortes profundos e incluso disimular una curva demasiado exagerada.

-Piedras encoladas: En alguna ocasión hemos comprobado como se vendían bonsáis con la superficie del tiesto completamente cubierta de gravilla ligeramente encolada para que no se soltara. Imagino que la idea es mejorar en algo el aspecto, mostrando la gravilla en lugar de la tierra, algo muy discutible todo hay que decirlo, pero, consideraciones estéticas aparte, estas piedrecillas encoladas nos dificultarán en gran medida la labor de riego, así que conviene retirarlas cuanto antes.

-Heridas y zonas muertas: Hay que ser especialmente cuidadoso con las heridas en troncos y ramas. Lo habitual es que las podas se hayan realizado de forma tosca dejando feas y grandes heridas que, dependiendo de la especie, pueden no cicatrizar jamás. Por seguridad, el primer bonsái adquirido debería presentar el menor número posible de heridas.

-Base del tronco: Se trata de una de las zonas claves para la formación de un bonsái. Conviene que sea más ancha que el tronco que tiene por encima, que en ella nazcan raíces repartidas de forma uniforme a su alrededor, pero sobre todo que no presente grandes heridas o feos abultamientos que puede ser imposible eliminar en un futuro.

-Raíces sobre roca: Es relativamente común encontrar arbolitos creciendo con las raíces expuestas y rodeando una pequeña piedra. Habitualmente se trata de arces. Es un estilo que puede gustar más o menos pero que, como resulta tan frecuente en este tipo de material de bonsái para centro comercial, conviene comentar. Después de la compra el árbol continuará creciendo y engordando, por lo que si la piedra parece ser muy pequeña, o ya casi se encuentra completamente engullida por las raíces, no es aconsejable adquirir la planta. Cuando la piedra desaparezca sólo quedarán unos feos bultos en la zona de las raíces y sustituir la piedra por otra mayor no es tarea sencilla, es más, en ocasiones no resulta posible.

En mi opinión ese primer árbolito debería tener un aspecto lo más natural posible, un aspecto que permita al aficionado en ciernes mantener mínimamente la forma sin llegar jamás al punto de decir: “Ya no sé que hacer con este árbol”, al mismo tiempo que se deja la puerta abierta a una reforma llegado el día en que su propietario se sienta con la experiencia suficiente como para llevarla a cabo. Tampoco es necesario llegar al extremo de que el tronco se asemeje a un palo de escoba, pero si que se deberían evitar aquellos ejemplares de curvas o siluetas más extremas, pues con ellos es muy fácil equivocarse y adquirir algo que en un futuro acabe arrinconado por la imposibilidad de crear un bonsai armonioso.

Convendría también que el primer bonsai fuera de una especie autóctona pues estas son las más sencillas de cultivar. Deberían evitarse asi mismo los tamaños extremos: los muy grandes por la aparatosidad de su manejo, por la ingente cantidad de trabajo que dan y también por su mayor precio, y los más pequeños por ser bastante más difíciles de cuidar de lo que aparentan en realidad.

Pero lo más importante quizá sea que se debe elegir el árbol que más le guste a uno, se debe elegir aquel ejemplar que tras mirarlo uno piense: “¡Éste!”. Y si para ello hay que saltarse alguna de las consideraciones anteriores, bueno, pues se salta y listo.